jueves, 6 de noviembre de 2014

Tinta invisible.

Cuando todo se acaba, y no hay nada que decir, o creemos que no lo hay, o no sabemos cómo expresarlo, o no podemos. 

Cuando las palabras nos taladran hasta hacer sangre y duelen no solo en el corazón, o nuestros propios pensamientos no nos dejan pensar, cuando nos gritamos a nosotros mismos por  dentro y las ganas de arrojar algo contra la pared nos dominan. 

Cuando ni tan siquiera un chasquido de dedos es capaz de llamar nuestra atención y miramos por la ventana pensativos pero con la mente en blanco, sin debatirnos, porque no tenemos nada que contarnos, nada que decirnos a nuestro propio oído. 

Cuando el viento nos susurra que corramos hasta el final del precipicio y saltemos a ciegas cual ángel expulsado del cielo, o los nervios no nos dejan ver por exceso de mirar. 

En esos momentos en los que hablar no se puede o no se debe solo quedan las luces y los colores de una canción, música. Tristeza, ira, ausencia, locura. Música. Todo.

Es un sentimiento cifrado, es un color invisible, un cuadro pintado con tinta invisible que solo con la luz adecuada entiendes; es una caricia, un abrazo, un beso en la mejilla o un empujón en el momento justo, es una venda para lo que no quieres ver y la luz que ilumina lo que tienes claro, es el silencio absoluto y tranquilo de la mente, el respiro en el que tu voz se apaga y se encienden los recuerdos, cuando se eriza la piel y sientes un cosquilleo en la nuca, o cierras los ojos como hipnotizado. Es un paisaje que tenías olvidado, como una foto perdida. Las canciones son las lágrimas cálidas que  te arropan en la cama cuando sientes que no puedes más y te desplomas. La melodía de una victoria o una derrota, la canción adecuada, sin una palabra, puede hacerte tomar decisiones que llevaban días colgadas junto a la ropa mojada en el tendedero mientras no paraba de llover, puede hacerte llorar de alegría o de la más grande pena, o puede hacerte reír a carcajadas de ti mismo, o levantarte de la cama mejor que un familiar preocupado o un amigo insistente. Incluso puede ayudarte a planear una declaración de amor o una venganza. 


La música no nos guía, ni nos abraza en las noches frías, pero nos hace el camino más ameno, nos relaja y nos pone de los nervios, casi como un mejor amigo o una relación destructiva.

lunes, 13 de octubre de 2014

El otoño trás el invierno.


Me pregunto que me pasó, dónde me perdí y en qué momento. Me pregunto si era cierto el dolor de tu mirada o si la dulzura de tus caricias era provocada, me pregunto si quizás era yo quien me engañaba, o si la brisa cálida del verano tanto me despeinó como para que me cegara, me pregunto como fue...
Quizás fue la sal del mar, que intoxicó mi alma, o el frío de la noche, que me obligó a arroparme con tus sabanas. ¿Fui tuya en algún momento? Ahora creo que no, que nunca decidí quererte, quizás nunca te quise... ¿Fuiste tu quien me arrojó al vació? puede que fuese yo quien saltó.
Miro nuestras fotos y ya no siento nada, pero consigo recordar lo que sentía cuando fueron tomadas. Creo que el invierno esta atacando mi corazón de nuevo, que vuelvo a ser un copo de nieve entre la arena del desierto, observando besos clandestinos y miradas de deseo en los metros, y no siento nada, no quiero eso, no quiero nada, no deseo, solo camino disfrutando de la felicidad de los demás, fantaseando con que algún día quizás otra persona observe nuestros besos enjaulados en un bus, o intercepte el detalle de nuestros dedos entrelazados, pero nuestros, nuestros, nosotros, ¿quien eres? no te encuentro.
Te busco en las calles, en los andenes, en las estaciones, bajo los balcones de Barcelona mientras me resguardo de la lluvia, y mientras corro por la calle con el paraguas sobre la cabeza; busco tu reflejo en los charcos, pero con el agua turbia no te veo, te he buscado incluso en los rincones de mi cabeza, y no estas, y a pesar de tu carácter esquivo cada día te quiero más, y te imagino sentado en una cafetería con un libro que no me resulta familiar, y me imagino tus labios presionando la taza de café, y la recaída de tus ojos sobre los míos desde lejos, puedo ver incluso un mechón de tu pelo deslizándose desde detrás de tu oreja hasta tu cara, pero no consigo verte.
¿quién eres? ¿eres tu? ¿soy yo quizás? ni siquiera podría decirte donde estoy o donde estas, o si corremos en la misma dirección bajo la tormenta, o si nos alejamos porque ya estuvimos cerca, si somos dos almas o una, una naranja o un limón, y lo cierto es qeu creo que este amor esquivo soy yo, que me busco y no me encuentro, que me odio y me quiero, que me reflejo en el cristal cada mañana y me extraño, que hace mucho que no reconozco mi propia cara y que ya no se quien soy siquiera, si soy yo o soy una cualquiera.
Pero me encontraré, en una plaza, al rededor de una hoguera en la playa, o quizás me vea desde un balcón, o puede que en una pastelería, mientras tomo un chocolate caliente y converso con una amiga, o mientras leo un libro junto a una estantería. Y seremos nosotros de nuevo.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Azul y verde.


¿Qué se esconde en el océano? Quizás grandes pulpos de color violeta o malva, con los ojos grandes de color azul cielo y los tentáculos suaves como el terciopelo. Quizás híbridos entre medusa y globo, como un circulo muy redondito acabado en una especie de tutú de ballet hecho de membrana semi transparente, y de color amarillo, con los ojos más negros que jamás hallas visto. Puede que existan grandes serpientes con aletas similares a las alas de ángel, de todos los colores habidos, con escamas, de color lila, granate, rosa, azul o verde, en la parte superior, y diminutas ventosas a lo largo de todo el vientre, ventosas del mismo color que sus redondeados dientes, plata azulado. O criaturas similares a nosotros, con dedos en las manos pero sin pies, cuyos dientes cortan como sables, con colas similares a las de los peces pero de un tamaño mayor, y trajes hechos de algas, adornando sus cabellos con pedazos limados de coral.


¿Qué se esconde en el bosque? Quizás pequeñas hadas con alas de libélula, ataviadas con pequeños atuendos hechos con pieles de conejo, mulliditos y con mucho pelo, y cargando arcos y flechas, con la lengua bífida de color rojo al igual que sus ojos, y la piel translucida a la luz del sol. O quizás cuervos que no son cuervos, sino felinos alados, de un color tan negro que se confunde con la noche en el momento en que para devorarte te ciega poniendo sus alas sobre tus ojos sin que lo veas llegar. O puede que hallan grandes lobos, con un pelaje muy distinto a toda clase conocida, similar al tacto de la corteza de los árboles, con las orejas redondas en lugar de puntiagudas y los dientes no de hueso sino de piedra. O pájaros de luz, como luciérnagas en la noche, fuegos fatuos, con la capacidad de cambiar de color a voluntad para guiar a los caminantes perdidos de vuelta a casa sin ver nada que los pueda desalentar, con los ojos y el cuerpo transparentes para poder iluminarse y el pecho peludito, con el pico rosa y un canto dulce y fino.


martes, 9 de septiembre de 2014

Sueños de ceniza.

Tengo una sorpresa para ti, le dije mirándolo a sus intensos ojos felinos. Una caja de madrea y rebordes y cerradura de hierro apareció sobre mis manos, tendidas hacia el. Ábrela, le dije; ábrela, insistí en un tono ligeramente más alto. Preguntó por la llave y señalé su cuello y el inicio de su pecho, y de pronto una chispa en su piel se transformó en rojez, y esa rojez ardiente tomó forma, forma de llave, vi el terror en su mirada, su piel había entrado en erupción como si de aceite hirviendo se tratase. Se llevó la mano a la zona ardiente con una exhalación a medio camino entre el suspiro y el grito, tuve que evitar sonreírme... Su mano en contacto con su piel calmó las llamas, y cuando apartó la mano de sí y me mostró la palma con cara de asombro no consiguió siquiera tornar mi diversión en sorpresa, la llave estaba ahí. Ábrela, repetí con voz amable y risueña, la caja seguía en mis manos, y mis manos tendidas hacia él, trató de acercar la llave a la caja sin moverse de la distancia de seguridad que el mismo había creado, la distancia de seguridad que había creído necesitar, pero la llave, que era mucho mas inteligente que yo, enredó un cordón al rededor de su cuello y lo ciñó hasta que de un palmo se trataba la distancia. Me miró perplejo y se acercó con cautela, se inclinó sobre la caja y tras dar tres vueltas a la llave la caja se abrió de golpe, arañandole una mejilla en la zona del pómulo, brotó tan solo una gota de sangre, una misera gota de sangre que rodó por todo su cuerpo y enrojeció su ropa hasta llegar al suelo, y cuando quise darme cuenta todo el pavimento de la habitación estaba recubierto por una fina capa de sangre. Mírala, grité. Me miró a los ojos y cohibió mi alma, una lagrima de cada uno de sus ojos en su cara. Mira dentro, por favor... Susurré mientras mis lagrimas amenazaban con volar sobre mi rostro. Se inclinó de nuevo y dijo de forma casi inaudible 'está vacía', y respondí 'no, dentro está mi corazón'. Intentó distinguir sombras de grises pero él solo veía oscuridad en la caja, y tras minutos, similares a años, de observación, metió las manos en la caja esperando un tacto viscoso y húmedo, el tacto de un corazón humano recién extirpado del pecho de un vivo, pero en lugar de eso encontró polvo, gris, sacó las manos en cuenco de la caja sosteniendo parte del polvo oscuro y con una cara contrariada y al borde de la derrota, dijo semimudo 'solo hay ceniza'. Sus articulaciones fallaron por primera vez y la ceniza volvió a caer en la caja, esta se cerró de golpe y tras el sonido de su cierre se transformó en ceniza la caja que sostenía y yo tras ella.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Solo quiero...

Tan solo quiero despertarme un día y ver que estoy en un lugar que no conozco pero me resulta acogedor, con la luz del amanecer penetrando limpia en mi retina, unas cortinas blancas o azules semitransparentes cubriendo la ventana y derramándose hasta el suelo. Mirar la habitación, no muy grande, solo lo suficiente, y ver un armario de madera, las paredes pintadas de gris.
Un olor espeso en el ambiente, perfume quizás, o puede que la mezcla de dos perfumes... Un olor dulce, flotando en mi mente... Y llevarme los dedos a los labios recordando un beso, un beso cariñoso y eterno posado en mi boca, y sonreír y recordar entrecerrando los ojos. 
Y mirar hacia la derecha de una cama blanda y grande, con sabanas suaves y cálidas, y ver un bulto junto a mi en ella, un cuerpo semi desnudo, piel morena, la mas suave que jamás habré rozado con mis mejillas en un abrazo de consuelo desbocado, y unas manos marcadas por la pena y la esperanza, unas manos casi tan sensibles como su mirada, aún dormido podía verla a través de su nuca, una mirada compasiva y buena, una mirada de ternura cuando me observaba. Y sus labios... Sus labios nacidos del fruto prohibido, tan firmes para hablar como para rozarme el cuello, mientras mis dedos quedaban enredados entre su cabello y yo pedía a ese cielo en el que no creo, rogaba, que de enredo en enredo no pudiese soltarle, y se quedase conmigo para siempre, en aquella cama grande y blanda...
Solo quiero despertarme un día y ver que el tiempo ha pasado, que el está a mi lado, en una habitación y una casa para los dos, para pasar las horas debatiéndonos entre locuras sin nombre y obligaciones sin cabida, para respirar su aroma a cada instante, y perderme entre sus susurros al oído y sus caricias en las piernas, tumbados en un sofá blanco viendo una película que nos guste, porque os prometo que quiero estas con él el resto de mis días, y que cada mañana abro los ojos perdida porque no está aquí.

sábado, 30 de agosto de 2014

En los rincones más absurdos y los caminos más estrechos.

Hay cosas... Cosas que nunca nadie se para a observar, detalles tan pequeños, como una gota de agua, o tan efímeros, como un aro de humo en el aire, que pasan desapercibidos ante los ojos de la mayoría de los mortales, que en este mundo creo que somos todos.

Un rayo de sol pasando a través de una nube densa, impactando justo sobre el mar. Una libélula azul revoloteando sobre un pequeño lago de agua estancada. El impacto de una ola contra un acantilado, las gotas de espuma lanzadas en mil direcciones para volver a caer al agua. Una brisa que mueve las hojas verdes de los arboles más altos. Las formas de las nubes o del humo al consumirse el cigarro.

Un hilo de agua deslizándose por su espalda. Una media sonrisa en una cara perfecta. Un lunar en un cuello deseado. Cinco dedos comprimiendo un muslo, dejando ver un hoyito bajo cada uno de ellos. Una piel cálida y suave o quizás fría. El resonar de un corazón en su caja torácica cuando lentamente y de forma sentida te apoyas en el pecho de alguien. Un caminar tajante en una calle vacía.

Quizás me he vuelto loca, quizás solo lo veo yo, las arrugas del agua provocadas por el viento, la belleza de la lluvia golpeando todo lo que pueda alcanzar. Quizás fue por casi morir y agarrarme a la vida que ahora los pequeños y diminutos paisajes como una gota de agua redonda o un estanque sin peces me abruman.

Ojalá levantaseis la vista del camino que aún no han recorrido vuestros pies y pisarais con la mirada por una vez el presente, y vieseis que incluso un anden de tren es perfecto a su manera, y miraseis los detalles en las personas, en lugar del ordinario conjunto, como unos labios pintados de rojo para llamar tu atención, o una prenda de gasa que deja ver tras de si las formas, y paraseis vuestro mundo frenético un segundo, solo un segundo, para ver todo aquello que se mueve de forma más lenta que vosotros, si vosotros, desconocidos que caminan por el metro mirando al suelo y procurando no chocarse con nada, ojalá vieseis la inmensa belleza que yo veo.

No busques la belleza, no preguntes por ella. Se esconde en los rincones más absurdos y los caminos más estrechos. No la busques, encuentrala.


jueves, 21 de agosto de 2014

Se siente frío.


Se siente frío, como si la energía abandonase tu cuerpo de forma progresiva a un ritmo dependiente del tamaño de tu sonrisa, a mayor sonrisa más lentamente desaparece el calor de ti, pero, al ritmo en que la melodía de tus labios cesa, echando la sonrisa de tu faz, al ritmo en que tu cara pierde su expresión y su paz, el calor acelera su huida en busca de otro cuerpo que anidar, volando sin importarle el cuerpo gélido y pálido que deja atrás.

Se siente mal, como si diez mil agujas de tejer se clavasen en en cada uno de los rincones de tu cuerpo, y la sangre a borbotones brotase y descendiese hasta el suelo, como una ráfaga de escalofríos recorriendo cada una de las puntas de tus dedos y avanzando hasta tu espina dorsal, como el instante en el que ya sonó el disparo pero aún el grito no salió, como si se agotase el tic tac del reloj.

Se oye el silencio, dentro de tu cabeza, como una muchedumbre muda de odio, como la dificultad para salir de las palabras de rabia, como el eco vacío de una puerta al cerrar, la nada reiterada en tu interior, sin voz interna que te ordene lo que hacer ni animal salvaje y desbocado que grite sus deseos mas profundos, la nada, ni un murmullo que te guíe en la dificultad.

Se ve oscuro, cuando la luz de tu amanecer desaparece, cuando tu sol huye de tu horizonte, cuando los rayos de luna se esconden, las luciérnagas perecen en la oscuridad, y no hay cerilla ni vela que te pueda alumbrar; cuando es tan espeso el negro que se puede palpar, cuando dentro de la sombra ya no puedes ver las sombras pasar, cuando el brillo de esa mirada se extingue o se va y con su brillo se va tu esperanza, estás solo en la oscuridad.

Pálida, aturdida, fría, desalmada, sorda, muda, ciega y en agonía. Cuando no estás.

jueves, 24 de julio de 2014

Hojas Secas.

Cuando el mar sea negro y gris, en lugar de turquesa y azul y las gaviotas no puedan levantar el vuelo…
Cuando el oleaje rompa contra edificios en ruinas en lugar de rocas y arena y la tierra mengüe…
Cuando los bosques se hayan transformado en vertederos y papel y las hojas comiencen a desaparecer…
Cuando la mitad de la fauna se haya extinguido y la otra mitad se encuentre entre barrotes y sonrisas de niños que no conocen lo que no es asfalto…
Cuando el oxigeno escasee y solo se pueda ver a través de una densa capa de contaminación…
Cuando la niebla no sea blanca si no gris, la tierra no sea fértil ni húmeda y los huertos perezcan entre ácido y polvo…
 Cuando el pánico y la rabia, la impotencia y el odio, se apodere de nuestros bisnietos y las calles masificadas por las que caminen sean peligro y desolación…
Cuando la tecnología supere a la ficción y no queden palabras de esperanza…
Nos retorceremos desde el más allá, entre podredumbre e incapacidad, suplicando al sucio y desalmado cielo una segunda oportunidad. Querremos levantarnos y luchar.

Cuando ya sea tarde para arrepentirse, dado que la muerte es incorregible, cuando todo esté inerte y no quede paz en la mirada de los jóvenes… Nada podremos hacer para iluminar lo que oscurecimos.

jueves, 5 de junio de 2014

Cautividad.

Despertó aquella temprana mañana tirada en la cama, y con pose de abandono, abandonada por el mundo y al fin abandonada por sí misma. Habiendo olvidado las clases, las tareas, sus deberes y obligaciones, yacía semimuerta en su cuarto, cual cadáver que aun respira, abrió los ojos y despegó con esfuerzo su mejilla del colchón, se sentó cara a la ventana y enrolló su cuerpo en un edredón calentito.
Con el maquillaje destrozado; la mitad de la barra de labios pegada a la almohada y la otra mitad esparcida entre sus labios y sus comisuras, el rímel junto al lápiz de ojos marcando por sus ojeras y sus mejillas el recorrido de las lagrimas que la arroparon la noche anterior.
La habitación un caos, la ropa se derramaba de armarios y cajones como enredaderas que intentan trepar hacia la luz. Un vertedero de colillas y cigarros sin acabar en la mesita de noche y ceniza decorando el suelo color crema. Una foto de pareja quizás; los dardos que se clavaban sobre ella no dejaban distinguir bien las figuras.
Extendió la mano  hacia la cajetilla de tabaco y se encendió un cigarro mientras con la otra mano cogía por el cuello a su querida mascota, una botella de vodka, y la miraba fijamente pensativa.
Rosas, velas, pétalos… Pasaban sus recuerdos por su memoria.
Helado, risas, besos… Ropa, saliva, sudor…
Lagrimas, despedidas, gritos…
Gritó, un grito  irrumpió desde su estomago y se abrió paso a través de sus cuerdas vocales, la botella voló hasta la pared, rompiéndose en pedazos.
Le costaba respirar, pero lo conseguía agitádamente, los rayos de sol comenzaban a entrar por la ventana. Se levantó de un salto, un salto de rabia, y fue al baño, lavó su cara con agua helada, la secó, salió del baño, cogió su mochila y la llenó de libros, se vistió y salió por la puerta cerrándola con determinación tras de sí.
Había estado tres meses encerrada, tres meses borracha y desnuda, tirada en aquella casa, malviviendo. Era hora de volver en sí. Era hora de salir, hora de seguir-
Todos nos hemos sentido así ¿no? Encerrados en nosotros mismos, borrachos de dolor o de rabia, sin poder salir de nuestra mente para echar un vistazo al exterior, nos hemos sentido desnudos y desprotegidos. Pero siempre llega la hora de salir.

Salir de ese encierro voluntario llamado dolor.


Poesías de muerte. Palabras de sangre.


II
Arrebátame el alma.
Arráncame el corazón.
Quema mi calma.
Destruye mi razón.
~
Cortaré mis venas.
Extirparé mis alas.
Quemaré mis penas.
Adornaré mis dramas.
~
Estoy tan perdida…
Encerrada en mi mente.
Habitación sin salida.
Cuerpo inerte, y sin vida.
~
Me equivoqué, cielo.
No fue culpa tuya.
Me convertí en hielo.

Y jamás fui suya.


Poesías de muerte. Palabras de sangre.

I
Un corazón que late con la intensidad de un silbido.
Un alma corrompida al borde del suicidio.
Cuatro espectadores ciegos que acabaran en el olvido.
Gritos sordos retumbando en tus oídos.
Pide un deseo antes de saltar al vacío.
No merecía la pena vivir lo vivido.
Lo último que se sabrá de ti es que has perdido.
La amargura y la tristeza te han vencido.

Estarás orgullosa pequeña inocente.
Para quitarte la vida si has sido valiente.
Cuando debiste luchar te rendiste al instante.

Todavía no es tarde para salir adelante.


lunes, 10 de marzo de 2014

Bala perdida.

Quizá sólo tu presencia consiguió hacerme despertar, quizá fue el olor de tu pelo, el susurro de tu voz, el contacto de tu piel o el dulce hedor de tu ego.

Quizá sólo tu cálido aliento me devolvió a la vida, quizá fueron tus besos llenos de violencia, el tacto de tus caricias, tu sonrisa pícara o tu implacable prepotencia.

Tuve miedo a no volver a ver el mar, tuve miedo a no poder rozar el sol, a no volver a sentir los rayos de luna bañando nuestra piel, a seguir estropeando con mi letra torpe folios y folios en blanco, cartas sin destino ni destinatario, a sentarme en la arena de la playa observando el sol caer a mi pies mientras me derramaba entre los recovecos de su cama.

Quizá fue mi corazón de cristal,  el tiempo congelado en mi reloj de agujas, la oscuridad permanente de mi cuerpo, el dolor intenso de mis heridas adornadas con sal.


Quizá fue mi expresión sin vida, quizá fue mi aspecto de bala perdida, quizá fueron mis manos inertes, quizá resulte que el amor es fuerte.


viernes, 28 de febrero de 2014

Invierno y fuego.

“Revolución”, gritó alzando su brazo, su piel pálida como la luna realzaba el intenso color negro carbón de su pelo, sus labios amoratados e inmóviles; tan solo unos pantalones negros y ajustados lo protegían del frío aquella noche que comenzó estando en calma y acabó siendo un levantamiento ciudadano. Sus brazos fuertes seguidos de unas manos casi huesudas agitaban una pancarta que exigía libertad, su torso, marcado por el ejercicio, brillaba entre las oscuras humaredas que ensuciaban la ciudad proporcionando un poco de calor para la batalla.
“Revolución”, gritó clavando su mirada en los antidisturbios, su cabello rojizo y rizado, que unas horas atrás cubría por completo su espalda reposaba ahora trenzado sobre la misma, en la parte superior de su cuerpo vestía una camiseta ligera y vaporosa de color oscuro, su cuerpo pálido y fino, elegante y grácil, ese cuerpo que ahora se movía con la fuerza de todo un pueblo sublevado, sus piernas ocultas tras unos pantalones vaqueros tenían la seguridad, la valentía, que durante toda su vida había buscado, el valor para decir basta que ahora inundaba toda la ciudad.
Fue solo un instante, el instante en el que coincidieron las trayectorias de sus miradas, un segundo roto en el reloj, como un estallido de color, como el silbido de una bala o el estruendo de un plato impactando contra el suelo. El olor a café recién hecho en una mañana en calma, la felicidad que te impide respirar, una lagrima de felicidad, una sonrisa sincera, un jarrón cuidando de una flor hermosa, una carta de amor, un beso de buenas noches y una caricia de buenos días, el recorrido de un dedo en la espalda dibujando un corazón. Pero todo esto se desdibujó en sus mentes con la misma rapidez que había llegado, y el humo volvió a aparecer ante sus ojos, y los antidisturbios volvían a estar armados ante ellos, volvían a oírse los gritos de la gente, las pancartas volvían a agitarse sobre sus cabezas, pero ya nada era lo mismo, todo para ellos había dado un giro, continuaban mirándose fijamente y tras sonreírse comenzaron a acercarse.
Heridos, humillados, vencidos, victoriosos o sanos, aquella noche de invierno y fuego se irían juntos.




domingo, 5 de enero de 2014

Sweet on you.

Los rayos de sol cruzando los diminutos huecos de las persianas, hasta alcanzar su piel, su piel pálida pero cálida, la luz del amanecer. El humo de un cigarro ascendiendo por encima de nuestras cabezas, mientras mis dedos ruedan por su piel, dibujando un corazón. Un abrazo eterno mientras las horas se transforman en minutos, y los minutos ni siquiera segundos llegan a ser. El éxtasis de sus labios en mis labios, el éxtasis de su piel tocando mi piel, el éxtasis de sus brazos rodeando mi cintura, ese éxtasis sabor a miel. Como si el oxígeno no llenase mis plumones, como si el mundo se detuviese entre pasiones.
El sonido de nuestros silencios, los besos mudos, la ceguedad de nuestras miradas, observando más allá del cuerpo, hablando sin decir nada, un 'te quiero' flotando en el aire, destruyendo toda hiel, los defectos dejan de existir, al igual que los problemas, las carencias, los excesos...
Las risas, las carcajadas infinitas, las cosquillas con ternura, los juegos de niños, los enfados tontos que se extinguen, las bromas, sus locuras...
La claridad de sus ojos, atravesándome como si mirase a través de un cristal, robándome el aliento.

Y se me hace insuficiente el tiempo contigo, no son suficientes los besos, las caricias, los susurros, las cosquillas, las caladas que se pierden, humo entre las sábanas de tu cama.

Somos humo que se mezcla en el ambiente, como combustible que prende.