Quizá sólo tu presencia consiguió hacerme despertar, quizá
fue el olor de tu pelo, el susurro de tu voz, el contacto de tu piel o el dulce
hedor de tu ego.
Quizá sólo tu cálido aliento me devolvió a la vida, quizá
fueron tus besos llenos de violencia, el tacto de tus caricias, tu sonrisa
pícara o tu implacable prepotencia.
Tuve miedo a no volver a ver el mar, tuve miedo a no poder
rozar el sol, a no volver a sentir los rayos de luna bañando nuestra piel, a
seguir estropeando con mi letra torpe folios y folios en blanco, cartas sin
destino ni destinatario, a sentarme en la arena de la playa observando el sol
caer a mi pies mientras me derramaba entre los recovecos de su cama.
Quizá fue mi corazón de cristal, el tiempo congelado en mi reloj de agujas, la
oscuridad permanente de mi cuerpo, el dolor intenso de mis heridas adornadas
con sal.
Quizá fue mi expresión sin vida, quizá fue mi aspecto de
bala perdida, quizá fueron mis manos inertes, quizá resulte que el amor es
fuerte.