sábado, 30 de agosto de 2014

En los rincones más absurdos y los caminos más estrechos.

Hay cosas... Cosas que nunca nadie se para a observar, detalles tan pequeños, como una gota de agua, o tan efímeros, como un aro de humo en el aire, que pasan desapercibidos ante los ojos de la mayoría de los mortales, que en este mundo creo que somos todos.

Un rayo de sol pasando a través de una nube densa, impactando justo sobre el mar. Una libélula azul revoloteando sobre un pequeño lago de agua estancada. El impacto de una ola contra un acantilado, las gotas de espuma lanzadas en mil direcciones para volver a caer al agua. Una brisa que mueve las hojas verdes de los arboles más altos. Las formas de las nubes o del humo al consumirse el cigarro.

Un hilo de agua deslizándose por su espalda. Una media sonrisa en una cara perfecta. Un lunar en un cuello deseado. Cinco dedos comprimiendo un muslo, dejando ver un hoyito bajo cada uno de ellos. Una piel cálida y suave o quizás fría. El resonar de un corazón en su caja torácica cuando lentamente y de forma sentida te apoyas en el pecho de alguien. Un caminar tajante en una calle vacía.

Quizás me he vuelto loca, quizás solo lo veo yo, las arrugas del agua provocadas por el viento, la belleza de la lluvia golpeando todo lo que pueda alcanzar. Quizás fue por casi morir y agarrarme a la vida que ahora los pequeños y diminutos paisajes como una gota de agua redonda o un estanque sin peces me abruman.

Ojalá levantaseis la vista del camino que aún no han recorrido vuestros pies y pisarais con la mirada por una vez el presente, y vieseis que incluso un anden de tren es perfecto a su manera, y miraseis los detalles en las personas, en lugar del ordinario conjunto, como unos labios pintados de rojo para llamar tu atención, o una prenda de gasa que deja ver tras de si las formas, y paraseis vuestro mundo frenético un segundo, solo un segundo, para ver todo aquello que se mueve de forma más lenta que vosotros, si vosotros, desconocidos que caminan por el metro mirando al suelo y procurando no chocarse con nada, ojalá vieseis la inmensa belleza que yo veo.

No busques la belleza, no preguntes por ella. Se esconde en los rincones más absurdos y los caminos más estrechos. No la busques, encuentrala.


jueves, 21 de agosto de 2014

Se siente frío.


Se siente frío, como si la energía abandonase tu cuerpo de forma progresiva a un ritmo dependiente del tamaño de tu sonrisa, a mayor sonrisa más lentamente desaparece el calor de ti, pero, al ritmo en que la melodía de tus labios cesa, echando la sonrisa de tu faz, al ritmo en que tu cara pierde su expresión y su paz, el calor acelera su huida en busca de otro cuerpo que anidar, volando sin importarle el cuerpo gélido y pálido que deja atrás.

Se siente mal, como si diez mil agujas de tejer se clavasen en en cada uno de los rincones de tu cuerpo, y la sangre a borbotones brotase y descendiese hasta el suelo, como una ráfaga de escalofríos recorriendo cada una de las puntas de tus dedos y avanzando hasta tu espina dorsal, como el instante en el que ya sonó el disparo pero aún el grito no salió, como si se agotase el tic tac del reloj.

Se oye el silencio, dentro de tu cabeza, como una muchedumbre muda de odio, como la dificultad para salir de las palabras de rabia, como el eco vacío de una puerta al cerrar, la nada reiterada en tu interior, sin voz interna que te ordene lo que hacer ni animal salvaje y desbocado que grite sus deseos mas profundos, la nada, ni un murmullo que te guíe en la dificultad.

Se ve oscuro, cuando la luz de tu amanecer desaparece, cuando tu sol huye de tu horizonte, cuando los rayos de luna se esconden, las luciérnagas perecen en la oscuridad, y no hay cerilla ni vela que te pueda alumbrar; cuando es tan espeso el negro que se puede palpar, cuando dentro de la sombra ya no puedes ver las sombras pasar, cuando el brillo de esa mirada se extingue o se va y con su brillo se va tu esperanza, estás solo en la oscuridad.

Pálida, aturdida, fría, desalmada, sorda, muda, ciega y en agonía. Cuando no estás.