¿Qué se esconde en el bosque? Quizás pequeñas hadas con alas
de libélula, ataviadas con pequeños atuendos hechos con pieles de conejo,
mulliditos y con mucho pelo, y cargando arcos y flechas, con la lengua bífida
de color rojo al igual que sus ojos, y la piel translucida a la luz del sol. O
quizás cuervos que no son cuervos, sino felinos alados, de un color tan negro
que se confunde con la noche en el momento en que para devorarte te ciega
poniendo sus alas sobre tus ojos sin que lo veas llegar. O puede que hallan
grandes lobos, con un pelaje muy distinto a toda clase conocida, similar al
tacto de la corteza de los árboles, con las orejas redondas en lugar de
puntiagudas y los dientes no de hueso sino de piedra. O pájaros de luz, como
luciérnagas en la noche, fuegos fatuos, con la capacidad de cambiar de color a
voluntad para guiar a los caminantes perdidos de vuelta a casa sin ver nada que
los pueda desalentar, con los ojos y el cuerpo transparentes para poder
iluminarse y el pecho peludito, con el pico rosa y un canto dulce y fino.
jueves, 25 de septiembre de 2014
Azul y verde.
martes, 9 de septiembre de 2014
Sueños de ceniza.
Tengo una sorpresa para ti, le dije mirándolo a sus intensos ojos felinos. Una caja de madrea y rebordes y cerradura de hierro apareció sobre mis manos, tendidas hacia el. Ábrela, le dije; ábrela, insistí en un tono ligeramente más alto. Preguntó por la llave y señalé su cuello y el inicio de su pecho, y de pronto una chispa en su piel se transformó en rojez, y esa rojez ardiente tomó forma, forma de llave, vi el terror en su mirada, su piel había entrado en erupción como si de aceite hirviendo se tratase. Se llevó la mano a la zona ardiente con una exhalación a medio camino entre el suspiro y el grito, tuve que evitar sonreírme... Su mano en contacto con su piel calmó las llamas, y cuando apartó la mano de sí y me mostró la palma con cara de asombro no consiguió siquiera tornar mi diversión en sorpresa, la llave estaba ahí. Ábrela, repetí con voz amable y risueña, la caja seguía en mis manos, y mis manos tendidas hacia él, trató de acercar la llave a la caja sin moverse de la distancia de seguridad que el mismo había creado, la distancia de seguridad que había creído necesitar, pero la llave, que era mucho mas inteligente que yo, enredó un cordón al rededor de su cuello y lo ciñó hasta que de un palmo se trataba la distancia. Me miró perplejo y se acercó con cautela, se inclinó sobre la caja y tras dar tres vueltas a la llave la caja se abrió de golpe, arañandole una mejilla en la zona del pómulo, brotó tan solo una gota de sangre, una misera gota de sangre que rodó por todo su cuerpo y enrojeció su ropa hasta llegar al suelo, y cuando quise darme cuenta todo el pavimento de la habitación estaba recubierto por una fina capa de sangre. Mírala, grité. Me miró a los ojos y cohibió mi alma, una lagrima de cada uno de sus ojos en su cara. Mira dentro, por favor... Susurré mientras mis lagrimas amenazaban con volar sobre mi rostro. Se inclinó de nuevo y dijo de forma casi inaudible 'está vacía', y respondí 'no, dentro está mi corazón'. Intentó distinguir sombras de grises pero él solo veía oscuridad en la caja, y tras minutos, similares a años, de observación, metió las manos en la caja esperando un tacto viscoso y húmedo, el tacto de un corazón humano recién extirpado del pecho de un vivo, pero en lugar de eso encontró polvo, gris, sacó las manos en cuenco de la caja sosteniendo parte del polvo oscuro y con una cara contrariada y al borde de la derrota, dijo semimudo 'solo hay ceniza'. Sus articulaciones fallaron por primera vez y la ceniza volvió a caer en la caja, esta se cerró de golpe y tras el sonido de su cierre se transformó en ceniza la caja que sostenía y yo tras ella.
miércoles, 3 de septiembre de 2014
Solo quiero...
Tan solo quiero despertarme un día y ver que estoy en un lugar que no conozco pero me resulta acogedor, con la luz del amanecer penetrando limpia en mi retina, unas cortinas blancas o azules semitransparentes cubriendo la ventana y derramándose hasta el suelo. Mirar la habitación, no muy grande, solo lo suficiente, y ver un armario de madera, las paredes pintadas de gris.
Un olor espeso en el ambiente, perfume quizás, o puede que la mezcla de dos perfumes... Un olor dulce, flotando en mi mente... Y llevarme los dedos a los labios recordando un beso, un beso cariñoso y eterno posado en mi boca, y sonreír y recordar entrecerrando los ojos.
Y mirar hacia la derecha de una cama blanda y grande, con sabanas suaves y cálidas, y ver un bulto junto a mi en ella, un cuerpo semi desnudo, piel morena, la mas suave que jamás habré rozado con mis mejillas en un abrazo de consuelo desbocado, y unas manos marcadas por la pena y la esperanza, unas manos casi tan sensibles como su mirada, aún dormido podía verla a través de su nuca, una mirada compasiva y buena, una mirada de ternura cuando me observaba. Y sus labios... Sus labios nacidos del fruto prohibido, tan firmes para hablar como para rozarme el cuello, mientras mis dedos quedaban enredados entre su cabello y yo pedía a ese cielo en el que no creo, rogaba, que de enredo en enredo no pudiese soltarle, y se quedase conmigo para siempre, en aquella cama grande y blanda...
Solo quiero despertarme un día y ver que el tiempo ha pasado, que el está a mi lado, en una habitación y una casa para los dos, para pasar las horas debatiéndonos entre locuras sin nombre y obligaciones sin cabida, para respirar su aroma a cada instante, y perderme entre sus susurros al oído y sus caricias en las piernas, tumbados en un sofá blanco viendo una película que nos guste, porque os prometo que quiero estas con él el resto de mis días, y que cada mañana abro los ojos perdida porque no está aquí.
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