martes, 9 de septiembre de 2014

Sueños de ceniza.

Tengo una sorpresa para ti, le dije mirándolo a sus intensos ojos felinos. Una caja de madrea y rebordes y cerradura de hierro apareció sobre mis manos, tendidas hacia el. Ábrela, le dije; ábrela, insistí en un tono ligeramente más alto. Preguntó por la llave y señalé su cuello y el inicio de su pecho, y de pronto una chispa en su piel se transformó en rojez, y esa rojez ardiente tomó forma, forma de llave, vi el terror en su mirada, su piel había entrado en erupción como si de aceite hirviendo se tratase. Se llevó la mano a la zona ardiente con una exhalación a medio camino entre el suspiro y el grito, tuve que evitar sonreírme... Su mano en contacto con su piel calmó las llamas, y cuando apartó la mano de sí y me mostró la palma con cara de asombro no consiguió siquiera tornar mi diversión en sorpresa, la llave estaba ahí. Ábrela, repetí con voz amable y risueña, la caja seguía en mis manos, y mis manos tendidas hacia él, trató de acercar la llave a la caja sin moverse de la distancia de seguridad que el mismo había creado, la distancia de seguridad que había creído necesitar, pero la llave, que era mucho mas inteligente que yo, enredó un cordón al rededor de su cuello y lo ciñó hasta que de un palmo se trataba la distancia. Me miró perplejo y se acercó con cautela, se inclinó sobre la caja y tras dar tres vueltas a la llave la caja se abrió de golpe, arañandole una mejilla en la zona del pómulo, brotó tan solo una gota de sangre, una misera gota de sangre que rodó por todo su cuerpo y enrojeció su ropa hasta llegar al suelo, y cuando quise darme cuenta todo el pavimento de la habitación estaba recubierto por una fina capa de sangre. Mírala, grité. Me miró a los ojos y cohibió mi alma, una lagrima de cada uno de sus ojos en su cara. Mira dentro, por favor... Susurré mientras mis lagrimas amenazaban con volar sobre mi rostro. Se inclinó de nuevo y dijo de forma casi inaudible 'está vacía', y respondí 'no, dentro está mi corazón'. Intentó distinguir sombras de grises pero él solo veía oscuridad en la caja, y tras minutos, similares a años, de observación, metió las manos en la caja esperando un tacto viscoso y húmedo, el tacto de un corazón humano recién extirpado del pecho de un vivo, pero en lugar de eso encontró polvo, gris, sacó las manos en cuenco de la caja sosteniendo parte del polvo oscuro y con una cara contrariada y al borde de la derrota, dijo semimudo 'solo hay ceniza'. Sus articulaciones fallaron por primera vez y la ceniza volvió a caer en la caja, esta se cerró de golpe y tras el sonido de su cierre se transformó en ceniza la caja que sostenía y yo tras ella.

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