miércoles, 2 de marzo de 2016

Los sueños del vagón.


La mayoría de las personas pasa la vida buscando, esperando a que pase algo grande, o algo bonito, a hacer algo realmente importante para ser recordados por los siglos de los siglos. Una preocupación, aspiración, que todos llevan en silencio, como un virus vagando por el aire esperando que alguien lo encuentre. Siento deciros que ya han pisado la luna, y también que no batiréis ningún récord que no sea el de comer más perritos calientes en el bar del pueblo sin vomitarlos luego, y por perritos también hago referencia al de beber más chupitos de orujo, comer la hamburguesa de 5 kilos en 20 minutos o beber más horchata sin que te salga por la nariz, siento deciros también que no hay hueco en los realities para todos los que queréis fama, y que ya no queda mucho hueco en la casilla de fama de transmisión sexual, sí, me refiero a estas personas que se tiran a un famoso y luego se van a la tele a contarlo, lo siento mucho por todos los que queréis ser recordados, hay un nuevo best seller cada año, un top 40 cada semana, y un empleado galardonado al mes.

Siento ser aguafiestas, ¿sabéis quién soy? Soy esa chica que veis en el metro con los cascos a todo volumen meneando el pie al ritmo de la música, soy la que se va a dormir tarde porque estaba muy ocupada jugando a un juego de ordenador, soy la que no se refugia bajo la parada del bus cuando llueve porque está fumándose un cigarro mojado, la que se deja el paraguas en casa o se quema en la playa por olvidarse la crema solar, esa chica que veis caminando por la calle con el pelo revuelto y enredado, soy la paciencia, la calma y el sosiego, soy la mala noticia del día, la que se emborracha en la fiesta de tu amigo, la que no tiene miedo a sentarse en el suelo del andén, la que está enferma y empeora porque la serie era más interesante que ir al médico. Sé que nunca haré algo grande, los cd's se rompen, los libros arden, las fotografías y las revistas pueden ser destruidas por una gotera, y los nombres se pierden en las memorias cada día, hasta que eres solo esa bisabuela que no conoció a su nieto, o ese antepasado olvidado, hasta que se deja de pagar tu nicho y ponen tus huesos en una fosa común.

Soy esa chica que hace tiempo se dio cuenta de que nunca será nadie, porque ya es alguien, la protagonista de todas sus escenas, no me recordarán ni mis cenizas, y ¿qué me importa?

Lo importante es no perder la chispa que prende y hace que arda toda la habitación, lo importante es arrojar hasta el último aliento en todo, y olvidarse de los 'debería', los 'podría', lo importante es disfrutar de lo que alcanzas a tocar, no tratar de alcanzar algo con lo que disfrutar.

Han muerto muchos poetas que escribieron sin inspiración, han muerto mariposas tratando de volar tan alto como un halcón.

Atemporal.


Adoro el tiempo, no todo el tiempo, adoro el tiempo de más, adoro esos segundos que pasan al despertarse sin saber quién se es o donde se está, ese momento justo antes de abrir los ojos en el que no tienes identidad ni mal trago que te asuste. Adoro los viajes en autobús, pero no todos los viajes, los largos, los que duran más de media hora, los viajes en los que puedes sentarte y disfrutar de no hacer absolutamente nada más que ser y estar, ese tiempo que tienes para pensar sin que nadie se pregunte dónde estás o cuánto vas a tardar, ese tiempo de reflexión interna en el que piensas en las cosas más estúpidas y también en las más profundas.

Adoro el agua caliente en la ducha, pero no es en sí el agua caliente lo que me gusta, adoro sentarme relajada entre agua y burbujas y también los cinco minutos de la ducha matutina a toda prisa, lo que disfruto es la pausa que hace el mundo en mi cabeza cuando entro en el agua, es tanto la soledad como la compañía de los pensamientos que me amenazan. Adoro fumar, fumarme un cigarro antes de entrar a clase o al trabajo, los últimos cinco minutos de paz antes del ajetreo y los gritos, antes del ruido de la actividad, antes de volver a la vida real.

Y es que soy una amante del tiempo, me gusta desperdiciarlo en crear vida dentro de mí, en tener alma y conocerme a mí misma, en preguntarme quién soy y qué hago aquí, en esta vida, en cómo soy realmente, me gusta pensar en quién soy y sentir que tengo un sitio, aunque en realidad solo tenga un sitio en ese autobús, en esa ducha o en ese banco, pero es mi sitio al fin y al cabo. No ando deprisa e intranquila pensando en a dónde he de llegar, disfruto el camino por el que, más rápido, o más despacio, sé que he de pasar, disfruto de mi tranquilidad frente al agobio de los demás. Podéis pensar que no valoro mi tiempo, que lo malgasto, exacto, es mi tiempo, no lo malgasto, lo invierto, lo invierto en las cosas que disfruto de verdad, como divagar, como esperar, como mirar las hojas mecerse con el viento, como escuchar atentamente los sonidos de mi vecindario al despertar, como mirar la luna desde mi rincón secreto y disfrutar solo de estar ahí. Lo invierto en las cosas que me importan de verdad, en el crecimiento personal.

Hace poco alguien me dijo ‘solo son diez minutos’ y me di cuenta de cuan relativo es el tiempo, lo que para alguien solo son diez minutos para mi pueden ser mil cosas, pueden ser un rato a solas sentada mirando al mar, pueden ser un paseo de camino a ningún lugar, pueden ser un par de canciones por cantar e incluso un par de cigarros que fumar mientras hablo conmigo misma. Suelo jugar a un juego en el que uno de los personajes dice ‘lo importante no es el tiempo que tienes, sino como lo usas’ y el valor del tiempo es algo que muy pocas personas ve más allá del estrés y del ‘no puedo’. Gastar el tiempo no es malo, lo malo es gastarlo sin haberte dado cuenta de que es con él con lo que has pagado.

Gritos del pasado.

Podría haber pasado semanas tirada en la cama, atrincherada entre las sábanas, pensando en su sonrisa, en su forma de moverse el cabello. Podría haber pasado días llorando en un rincón de mi bañera, pensando en sus palabras a penas escuchadas por mí. Gritando a esos momentos que no vivimos hasta dejarme la voz y la boca entre sonidos. Nunca pudimos contar las estrellas desde nuestra nube, ni las flores, ni tirar callados al mar, ni caernos de la risa sobre la arena de la playa, ni descubrir nuestra canción o lo que odiábamos del otro. Nunca pudimos saborear los momentos que perdimos, ni las caricias que dejamos escondidas en aquel bar. Podría haber sangrado durante años tus defectos, o mis fallos, hasta haberme consumido entre nuestras mentiras, me hubiese encantado quemar nuestra suerte con la llama de esos besos que nos dimos y perdimos de vista.

¿Dónde está nuestra fuerza? Nuestra voz, nuestros deseos, el calor de nuestros cuerpos, simplemente se desvaneció, y ya es estúpido preguntar a quién le dolió más, no hay solución posible a nuestros pecados, marcados de por vida con el humo de esos cigarros que no fueron a más e incluso con los que sí.

Si solo tenía una vida quería desperdiciarla contigo, si solo tenía un alma quería vendértela a ti, si solo tenia una mente quería perderla contigo, si solo tenia una piel quería desgastarla junto a ti. Pero solo fuimos eso, cigarros consumidos a oscuras, cervezas vacías, perdiendo los papeles, el pasaporte y la cabeza, inmigrantes ilegales en corazones devastados por el sufrimiento, pulmones como bosques sin semillas para nuevos tiempos. Hasta que dejé de querer perder el tiempo contigo, y empecé a perder la paciencia.

Podría haber pasado semanas susurrando tu nombre en la cama en la que me abrazabas y me decías que me querías, pero, en lugar de eso, borré mi sonrisa y mi confianza en los demás, me desperté de ese sueño profundo de dolor, sequé las lágrimas que pusiste en mis mejillas y comencé a caminar, me prometí no dejar a nadie pasar hasta donde te dejé pasar a ti.