jueves, 21 de agosto de 2014

Se siente frío.


Se siente frío, como si la energía abandonase tu cuerpo de forma progresiva a un ritmo dependiente del tamaño de tu sonrisa, a mayor sonrisa más lentamente desaparece el calor de ti, pero, al ritmo en que la melodía de tus labios cesa, echando la sonrisa de tu faz, al ritmo en que tu cara pierde su expresión y su paz, el calor acelera su huida en busca de otro cuerpo que anidar, volando sin importarle el cuerpo gélido y pálido que deja atrás.

Se siente mal, como si diez mil agujas de tejer se clavasen en en cada uno de los rincones de tu cuerpo, y la sangre a borbotones brotase y descendiese hasta el suelo, como una ráfaga de escalofríos recorriendo cada una de las puntas de tus dedos y avanzando hasta tu espina dorsal, como el instante en el que ya sonó el disparo pero aún el grito no salió, como si se agotase el tic tac del reloj.

Se oye el silencio, dentro de tu cabeza, como una muchedumbre muda de odio, como la dificultad para salir de las palabras de rabia, como el eco vacío de una puerta al cerrar, la nada reiterada en tu interior, sin voz interna que te ordene lo que hacer ni animal salvaje y desbocado que grite sus deseos mas profundos, la nada, ni un murmullo que te guíe en la dificultad.

Se ve oscuro, cuando la luz de tu amanecer desaparece, cuando tu sol huye de tu horizonte, cuando los rayos de luna se esconden, las luciérnagas perecen en la oscuridad, y no hay cerilla ni vela que te pueda alumbrar; cuando es tan espeso el negro que se puede palpar, cuando dentro de la sombra ya no puedes ver las sombras pasar, cuando el brillo de esa mirada se extingue o se va y con su brillo se va tu esperanza, estás solo en la oscuridad.

Pálida, aturdida, fría, desalmada, sorda, muda, ciega y en agonía. Cuando no estás.

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