Despertó aquella temprana
mañana tirada en la cama, y con pose de abandono, abandonada por el mundo y al
fin abandonada por sí misma. Habiendo olvidado las clases, las tareas, sus
deberes y obligaciones, yacía semimuerta en su cuarto, cual cadáver que aun
respira, abrió los ojos y despegó con esfuerzo su mejilla del colchón, se sentó
cara a la ventana y enrolló su cuerpo en un edredón calentito.
Con el maquillaje
destrozado; la mitad de la barra de labios pegada a la almohada y la otra mitad
esparcida entre sus labios y sus comisuras, el rímel junto al lápiz de ojos
marcando por sus ojeras y sus mejillas el recorrido de las lagrimas que la
arroparon la noche anterior.
La habitación un caos, la
ropa se derramaba de armarios y cajones como enredaderas que intentan trepar
hacia la luz. Un vertedero de colillas y cigarros sin acabar en la mesita de
noche y ceniza decorando el suelo color crema. Una foto de pareja quizás; los
dardos que se clavaban sobre ella no dejaban distinguir bien las figuras.
Extendió la mano hacia la cajetilla de tabaco y se encendió un
cigarro mientras con la otra mano cogía por el cuello a su querida mascota, una
botella de vodka, y la miraba fijamente pensativa.
Rosas, velas, pétalos…
Pasaban sus recuerdos por su memoria.
Helado, risas, besos…
Ropa, saliva, sudor…
Lagrimas, despedidas,
gritos…
Gritó, un grito irrumpió desde su estomago y se abrió paso a
través de sus cuerdas vocales, la botella voló hasta la pared, rompiéndose en
pedazos.
Le costaba respirar, pero
lo conseguía agitádamente, los rayos de sol comenzaban a entrar por la ventana.
Se levantó de un salto, un salto de rabia, y fue al baño, lavó su cara con agua
helada, la secó, salió del baño, cogió su mochila y la llenó de libros, se
vistió y salió por la puerta cerrándola con determinación tras de sí.
Había estado tres meses
encerrada, tres meses borracha y desnuda, tirada en aquella casa, malviviendo.
Era hora de volver en sí. Era hora de salir, hora de seguir-
Todos nos hemos sentido
así ¿no? Encerrados en nosotros mismos, borrachos de dolor o de rabia, sin
poder salir de nuestra mente para echar un vistazo al exterior, nos hemos
sentido desnudos y desprotegidos. Pero siempre llega la hora de salir.
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